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Ayamonte, paleta de colores en Andalucía

Por Ángel Jiménez

Con un pasado milenario y un tipismo dificilmente superable que debe ser admirado

Pocas zonas turísticas españolas tienen un pasado tan original, variado y típico, como la localidad de Ayamonte y su extraordinario  entorno que se extiende desde el sur de España, hacia la otra parte de la “Raya”, en la vecina región de El Algarve portugués.

Desde el norte de Africa en zonas del actual Egipto, diversos colonizadores llegaron al entorno de Ayamonte. Historiadores griegos así lo atestiguaron, con todo tipo de detalles, suponiendo una de las emigraciones más destacadas del Mar Mediterráneo, que se completaron con la llegada a estas tierras de Ayamonte, de los romanos que dejaron grandes muestras de su civilización.

El paseo por las calles de Ayamonte es una demostración de historia y cultura, procedentes de este pasado histórico, junto a una cultura actual de enorme interés.

Desde su gastronomía a un tipismo de enorme atracción, toda la ciudad rezuma ambiente andaluz, tanto en sus calles, como en sus playas y su entorno marinero, siempre mirando hacia el vecino espacio portugués.

Finalmente nada como la admiración que produce la luz de Ayamonte donde el viajero parece cegarse de su fuerza y su autenticidad.

Historia milenaria de Ayamonte.

Según el historiador griego Herodoto, los Lidios, una civilización que habitaba la zona del Pérgamo, al oeste de Asia Menor, al morir su rey Manés pasaron por una situación económica tan crítica y llegaron a sufrir tales hambrunas, que se vieron obligados a emigrar.

Una primera expedición se hizo a la mar gobernada por el rey Tirrhenos, de quien tomarían su nombre, “tirrenos”. Algunos de ellos llegaron a Argos, otros a Albania y los más numerosos se establecieron en Italia, donde fundaron Alba, rival de Roma, y civilizaron el país.  Un segundo grupo llegó a Egipto y, según los escritos de W. Flinder Patrie, se establecieron en este país, en una zona comprendida entre el río Nilo y el Oasis de Fayún. El tercer grupo, con el nombre de Tartessos, pueblo de avezados navegantes, fueron rechazados de Egipto en el año 1227 a. C. por el joven faraón Menaptah, y tuvieron que reembarcarse marchando hacia el oeste. Pasaron así por las Columnas de Hércules y se establecieron en el sur de la península Ibérica, junto a un río con dos bocas.

En la época de Tartessos, ese pueblo ya había emprendido en diferentes ocasiones varias inmigraciones hacia el norte de España. No sólo se habían establecido en la región vasco-navarra, sino también habían franqueado los Pirineos, estableciéndose en la región vasco-francesa. Otros se habían asentado en la parte más elevada de Ayamonte, en el actual barrio del Salvador conocido como el barrio de la Villa, donde levantaron un poblado de gran blancura, que dió origen a la actual ciudad. A este poblado lo llamaron Aya.

El erudito y prestigioso historiador Guillermo García, dejó escrito en un artículo publicado en el desaparecido diario de Huelva, en octubre de 1937, lo siguiente:

“La palabra Ayamonte está compuesta de dos sustantivos Aya y Monte. La primera es vocablo ibérico, primitivo, tomado del caldeo, en cuya lengua, como la hebrea y el árabe, significa “monte”. Los romanos tradujeron a su idioma, el latín, la palabra Aya y la unieron con la palabra Montis que expresa igual concepto que Aya. Terminando el uso por unir ambos vocablos, resultó el nombre actual”.

Las sombras del pasado cubrieron muchas de las hazañas de los “tartessos” sin embargo, quedan registrados para la posteridad hechos más recientes a aquellos. En el año 1640, don Francisco Manuel Silvestre de Guzman y Zuñiga, sexto marqués de Ayamonte, contaba con 35 años, cuando fue acusado por instigar supuestamente una conjura separatista en Ayamonte, ya que había apoyando la secesión de Andalucía, y de entregar unos documentos que frustraron la reintegración de la corona portuguesa a España. En una fría mañana de Diciembre, fue leída una sentencia en la cual se condenaba al marqués de Ayamonte a ”…pena de muerte a cuchillo y que sea cortada la cabeza por detrás…”. El único testigo de aquél trágico pasado sigue siendo el Palacio del Marqués de Ayamonte, situado en la Plaza de San Francisco, en cuya fachada, a uno y otro lado del balconaje, aún se pueden contemplar las coronas del marqués, bajo las cuales figuran sus escudos. Estos escudos, según relatos antiguos, fueron destrozados por la plebe al fracasar el movimiento de Andalucía y ser encarcelado el Marqués de Ayamonte.

Caminando por las calles de Ayamonte

Ayamonte ofrece una variedad de lugares que podemos visitar, entre ellas el centro cultural Casa Grande, un edificio construido en el siglo XVIII por D. Manuel Rivero, una construcción típica colonial donde antiguamente se hacían negocios con las indias. La casa grande alberga multitudes de actividades para el público, como exposiciones de cuadros ya que esta localidad es famosa por sus pintores desde siempre. También acogen conferencias y cursos de muy variada índole. 

Caminar por sus calles es como viajar en el tiempo, sus callejuelas aún conservan restos de cuando Ayamonte fue construido, con los suelos empedrados y sus casas encaladas, donde podemos encontrar maravillas arquitectónicas como sus iglesias como la del San Salvador construida en 1400 que según cuenta la historia, sustituyó al antiguo templo que se encontraba en el lugar la de San Mateo. Este templo sagrado sufrió un terremoto en 1755 con el epicentro en Lisboa, y conserva la campana que fue construida en los siguientes años a la catástrofe. 

Bajando el Barrio de la Villa y después de ver sus hermosas vistas de todo Ayamonte y de Vila Real de Santo Antonio y Castro Marín ya en la zona portuguesa, no podemos dejar de visitar sus restaurantes con sus platos más típicos de esta zona choquera. 

Y hablando de choqueros y choqueras es precisamente unos de los platos donde más demanda en el turismo “El Choco” que se puede comer de varias formas cocinadas. Tampoco tenemos que dejar de probar la “Raya en pimentón” muy solicitada  por el turismo. 

Y para terminar un famoso postre ayamontino “La Coca”, que no es una droga, sino un dulce que nos deja el paladar de lo más satisfecho. 

Belleza de Playa Isla Canela

Y como no, uno de los sitios preferidos a visitar en vacaciones y por el turismo son sus playas,  Playa Isla Canela, con cerca de 8 kilómetros de largo con sus arenas blancas que recuerdan al pan rallado, y su extensa carta depodemos almorzar de la mano de sus variados platos marineros.        

Uno de los chiringuitos más aclamado por los amantes de la playa es el denominado “Playa Alta” ambientado a una zona tropical, para vivir una experiencia inolvidable con sus bellas vistas de los atardeceres mirando hacia Portugal. Se trata de uno de los lugares desde el punto de vista general más acogedores visto por los viajeros, que con sus platos, son la envidia de toda  Playa Isla Canela y sobre todo por sus famosas  y sabrosas coquinas. 

Su paseo marítimo ofrece una variedad de tiendas turísticas donde comprar y llevarse un recuerdo de su playa. 

Pero más adelante acogidos por su gente acogedora y abierta a los forasteros como ellos los llaman el viajero debe recorrer sus calles y muy  cerca donde se encuentran sus barcas pesqueras, toparse con una variedad de restaurantes donde comer el plato fuerte de este lugar, la Paella Marinera, donde lo sirven con marisco recién cogido del mar. Y para estar más cómodos y descansar de nuestras caminatas por la playa y el pueblo, podemos alojarnos en los hoteles que están a pie de la playa con sus pa seos marítimos y respirando el olor del mar. 

Además de respirar el aire que nos acerca al mar, estos hoteles ofrecen multitud de ofertas.

Desde recorrer un campo de golf, con el deleite de admirar la naturaleza, mientras se practica este deporte, hasta recuperarse después,  mediante un cuidado especial, en un spa, que muchos de estos hoteles ponen al alcance del viajero y que permite estar físicamente dispuestos para admirar esta localidad andaluza, llena de atractivos en su medio natural y sus ofertas culturales, sabiamente dispuestas para el turista.

La incomparable luz de Ayamonte

Ayamonte es la luz que nos ilumina cuando paseamos por esta original ciudad andaluza.

Cuando se camina por las calles ayamontinas – algunas aún empedradas – uno tiene la sensación de andar por su historia,  observando sus casas encaladas con una blancura que muchas veces ciega los ojos. Pero realmente lo que ciega no es ya el resplandor de sus casas al admirarlas,  sino sus gentes el amor y el cariño que sin conocer al forastero son capaces de invitar a su casa a tomar un café.  Recuerdo una vez al entrar en un edificio antiguo junto a la iglesia del Salvador, en el barrio de la Villa, me topé con un patio típico andaluz y no pude resistirme a entrar y observar semejante preciosidad con su pozo en el centro del patio de este edificio. Me recibieron como si me conociesen de toda la vida.

    Una mujer salió de su casa y me sonrió me invito a pasar dentro para enseñarme más cosas de lo que tenía en su hogar. Aquello era un autentico paraíso ayamontino,  nunca había visto algo semejante donde se palpaba la luz que muchas de sus calles resplandece cuando paseas por ellas. Ayamonte es blanco pureza que desprende sus casas, y amor puro que derrochar sus gentes eso es la luz que envuelve a Ayamonte. 

Mas información: http://ayamonte.es/

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